Este aeropuerto contaría con
cuatro pistas de aterrizaje flotantes, plataformas enormes apoyadas sobre
pilotes amarrados al fondo del río regulados por un sistema hidráulico que
cumplirían una función estabilizadora de la estructura, absorbiendo la presión
del fuerte oleaje que se genera en su caudal. El arquitecto dijo que está
diseñado para que en un futuro si fuera necesario se pudiera ampliar a seis
pistas.
A esta gran plataforma flotante se llegaría
en trenes de alta velocidad a través de dos túneles ferroviarios bajo el agua o
en coche por 3 conductos igualmente
submarinos situaos dos en el norte y uno en el sur.
Algunas de las grandes ventajas de
la ubicación marina de esta infraestructura no sólo seria la reducción continua
de ruido en las ciudades que provocan las salidas y venidas de los aviones sino
también evitaría cualquier demolición de viviendas. El aeropuerto se ha
diseñado para generar gran parte de su propia energía a partir de turbinas
marinas situadas en el interior, y al lado de las pistas de aterrizaje
flotantes.
La construcción se llevaría a
cabo en el año 2015 y su costo sería alrededor de unos 60 mil millones de
libras, pero piensan que será una gran inversión que se recuperará con creces.
Pero no estamos hablando del
primer aeropuerto flotante que se ha creado.
En la sobre poblada isla de Japón
el problema de espacio es evidente lo que les empujó a crear aeropuertos
flotantes como el de Kansai cuya obra comenzó en el año 1987 y terminó en el
año 1994. Este aeropuerto cuenta además con la terminal más larga del mundo
(obra de Renzo Piano) para perderse fácilmente en 1,7 km. Resistió el terremoto
de Kobe en 1995 y varios tifones.
Pero no se conformaron únicamente con el de
Kansai, sino que crearon otro más en Kobe de similares características y costos,
alrededor de 15 billones de dólares. Lo curioso es que se encuentra a tan sólo
22 km del Kansai international airport.
Puede que esta sea la mejor solución al problema del espacio
en las islas, la creación de revolucionarios aeropuertos flotantes. Pero, ¡qué
miedo!, ¿no?
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